lunes, 5 de enero de 2015

Estamos en Guerra


Cuidado, su cerebro está siendo bombardeado. La cuarta guerra mundial ya comenzó. Mientras Ud. descansa, mientras Ud. consume, mientras Ud. goza de los espectáculos que le ofrece el sistema, un ejército invisible se está apoderando de su mente, de su conducta y de sus emociones. Su voluntad está siendo tomada por fuerzas de ocupación invisibles sin que Ud. sospeche nada.  (Manuel Freytas)


Un ejército fuerte, bien entrenado y sofisticadamente armado  va arrasando en pos del logro de su misión: apoderarse de su cerebro y el de sus hijos.  Para lograrlo va  anulando su capacidad de pensar, de analizar, de decidir, de ver la realidad en la que vive. Sus armas ya no son cañones, sino económicas, sociales y educativas.  Sus balas ya no son de metal, sino de imágenes, creencias, antivalores y mentiras que instalan como metas y sueños en su corazón y mente.  Las armas que más poderosamente  utilizan son los medios de comunicación y la educación. 

Con la excusa de lograr una mejor calidad e igualdad de conocimientos de todos los estudiantes, son los gobiernos quienes establecen los contenidos de las materias a recibir, contenidos que muchas veces están dictados internacionalmente con intereses propios de otras naciones.  Toma a su cargo a los niños de todas las clases sociales desde la preprimaria, y les inculca —con nuevos y viejos métodos, durante muchos años, precisamente aquellos en los que el niño, atrapado entre el aparato de Estado-familia y el aparato de Estado-escuela, es más vulnerable— “habilidades” recubiertas por la ideología dominante,  y así va reproduciendo los roles que se deben cumplir en la sociedad de clases: rol de explotado (con “conciencia profesional”, “moral”, “cívica”, “nacional” y apolítica altamente “desarrollada”); rol de agente de la explotación (saber mandar y hablar a los obreros: las “relaciones humanas”); de agentes de la represión (saber mandar y hacerse obedecer “sin discutir”), o de profesionales de la ideología que saben tratar a los demás con el desprecio, el chantaje, la demagogia convenientes, adaptados a los acentos de la Moral, la Virtud, la “Trascendencia”, el “amor patrio”, etc.  Y luego, los mismos educandos, educados y sociedad en general se preguntan por qué será que ahora existen tantos problemas de falta de atención, de bajo rendimiento, de falta de interés; cuando la respuesta es muy clara: al estudiante le aburren los contenidos que le dan, porque no tienen nada que ver con lo que están viviendo en su realidad familiar, comunitaria y nacional.  La educación le está enseñando a la gente a “ganar exámenes”, no a pensar.  Es una gran pérdida de energía, recursos y tiempo “comprobar” la capacidad de los alumnos, no de comprender y pensar, sino de repetir como loros los contenidos que les han dado.

Vivimos una época en que la educación se ha desvalorado tanto que se ha convertido en solo un negocio más.  Y muy rentable por cierto.  Una época en donde la excelencia de la educación se ha convertido en un medio más para perpetuar la desigualdad, donde la formación recibida no necesariamente garantiza que se sea más capaz de sobrevivir.  Una educación vacía de las herramientas mentales básicas de síntesis, análisis, comprensión y toma de decisiones.

¿Cómo convertir la educación en un camino hacia la plenitud de los individuos y de las
comunidades? ¿Cómo convertir la educación en nuestra “arma” contra la desigualdad, la pobreza, la explotación  y la dominación?  La crisis de la educación no es una crisis más entre las muchas crisis que tenemos, sino que la educación está en el centro del problema.  Estamos ante un modelo educativo que  está robando a los estudiantes su conciencia, su tiempo y su vida.

Para enfrentar exitosamente esta guerra contemporánea y empezar a construir una democracia de verdad, es preciso  que cada uno de nosotros asuma un papel protagónico y se comprometa  a ser un ciudadano crítico, que no se deje manipular, que tome las “armas” del intelecto y que juntos,  padres, maestros y líderes sociales incitemos y enseñemos a los alumnos a que aprendan a pensar por sí mismos, a resolver inteligentemente sus propios problemas. 

Cada vez que nos preguntamos qué educación queremos, lo que nos estamos preguntando es qué tipo de mundo queremos fortalecer y perpetuar. Llamamos educación a la manera como transmitimos a las siguientes generaciones el modelo de vida que hemos asumido. Pero si bien la educación se puede entender como transmisión de conocimientos, también podríamos entenderla como búsqueda y transformación del mundo en que vivimos.  Así que tome las “armas” del intelecto, aprehenda a usarlas, úselas, transmítalas, y, sin duda tendremos una Guatemala mejor.


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