Cuidado, su cerebro está siendo bombardeado. La cuarta guerra mundial ya comenzó. Mientras Ud. descansa, mientras Ud. consume, mientras Ud. goza de los espectáculos que le ofrece el sistema, un ejército invisible se está apoderando de su mente, de su conducta y de sus emociones. Su voluntad está siendo tomada por fuerzas de ocupación invisibles sin que Ud. sospeche nada. (Manuel Freytas)
Un ejército fuerte, bien entrenado y
sofisticadamente armado va arrasando en
pos del logro de su misión: apoderarse de su cerebro y el de sus hijos. Para lograrlo va anulando su capacidad de pensar, de analizar,
de decidir, de ver la realidad en la que vive. Sus armas ya no son cañones,
sino económicas, sociales y educativas.
Sus balas ya no son de metal, sino de imágenes, creencias, antivalores y
mentiras que instalan como metas y sueños en su corazón y mente. Las armas que más poderosamente utilizan son los medios de comunicación y la educación.
Con la excusa de lograr una mejor calidad e
igualdad de conocimientos de todos los estudiantes, son los gobiernos quienes
establecen los contenidos de las materias a recibir, contenidos que muchas
veces están dictados internacionalmente con intereses propios de otras naciones. Toma a su cargo a los niños de todas las
clases sociales desde la preprimaria, y les inculca —con nuevos y viejos
métodos, durante muchos años, precisamente aquellos en los que el niño,
atrapado entre el aparato de Estado-familia y el aparato de Estado-escuela, es
más vulnerable— “habilidades” recubiertas por la ideología dominante, y así va reproduciendo los roles que se deben
cumplir en la sociedad de clases: rol de explotado (con “conciencia
profesional”, “moral”, “cívica”, “nacional” y apolítica altamente
“desarrollada”); rol de agente de la explotación (saber mandar y hablar a los
obreros: las “relaciones humanas”); de agentes de la represión (saber mandar y
hacerse obedecer “sin discutir”), o de profesionales de la ideología que saben
tratar a los demás con el desprecio, el chantaje, la demagogia convenientes,
adaptados a los acentos de la Moral, la Virtud, la “Trascendencia”, el “amor
patrio”, etc. Y luego, los mismos
educandos, educados y sociedad en general se preguntan por qué será que ahora
existen tantos problemas de falta de atención, de bajo rendimiento, de falta de
interés; cuando la respuesta es muy clara: al estudiante le aburren los
contenidos que le dan, porque no tienen nada que ver con lo que están viviendo
en su realidad familiar, comunitaria y nacional. La educación le está enseñando a la gente a
“ganar exámenes”, no a pensar. Es una
gran pérdida de energía, recursos y tiempo “comprobar” la capacidad de los
alumnos, no de comprender y pensar, sino de repetir como loros los contenidos
que les han dado.
Vivimos una época en que la educación se ha
desvalorado tanto que se ha convertido en solo un negocio más. Y muy rentable por cierto. Una época en donde la excelencia de la educación
se ha convertido en un medio más para perpetuar la desigualdad, donde la
formación recibida no necesariamente garantiza que se sea más capaz de
sobrevivir. Una educación vacía de las
herramientas mentales básicas de síntesis, análisis, comprensión y toma de decisiones.
¿Cómo convertir la educación en un camino hacia
la plenitud de los individuos y de las
comunidades? ¿Cómo convertir la educación en nuestra “arma” contra la desigualdad, la pobreza, la explotación y la dominación? La crisis de la educación no es una crisis más entre las muchas crisis que tenemos, sino que la educación está en el centro del problema. Estamos ante un modelo educativo que está robando a los estudiantes su conciencia, su tiempo y su vida.
comunidades? ¿Cómo convertir la educación en nuestra “arma” contra la desigualdad, la pobreza, la explotación y la dominación? La crisis de la educación no es una crisis más entre las muchas crisis que tenemos, sino que la educación está en el centro del problema. Estamos ante un modelo educativo que está robando a los estudiantes su conciencia, su tiempo y su vida.
Para enfrentar exitosamente esta guerra
contemporánea y empezar a construir una democracia de verdad, es preciso que cada uno de nosotros asuma un papel
protagónico y se comprometa a ser un
ciudadano crítico, que no se deje manipular, que tome las “armas” del intelecto
y que juntos, padres, maestros y líderes
sociales incitemos y enseñemos a los
alumnos a que aprendan a pensar por sí mismos, a resolver inteligentemente sus
propios problemas.
Cada vez que nos preguntamos qué educación
queremos, lo que nos estamos preguntando es qué tipo de mundo queremos
fortalecer y perpetuar. Llamamos educación a la manera como transmitimos a las
siguientes generaciones el modelo de vida que hemos asumido. Pero si bien la
educación se puede entender como transmisión de conocimientos, también
podríamos entenderla como búsqueda y transformación del mundo en que vivimos. Así que tome las “armas” del intelecto,
aprehenda a usarlas, úselas, transmítalas, y, sin duda tendremos una Guatemala
mejor.
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