La paz, en
un sentido amplio, hace referencia a ese clima donde las relaciones humanas (y
entre las naciones) hacen próspera la vida y digna de ser vivida.
Tradicionalmente se ha intentado definir la paz en su sentido negativo, es
decir, bajo la influencia de la visión griega y latina, como ausencia de
guerra. Sin embargo, en el último siglo, los intentos por comprender la paz han
ido cambiando positivamente.
Actualmente
algunos autores han concluido que la paz como aspiración y necesidad humana es
una noción amplia y compleja, que mínimamente significa no sólo la disminución
de todo tipo de violencia, sino la condición necesaria para que los conflictos
puedan ser transformados de forma no violenta. Además, la paz es vista como un
proceso dinámico en permanente construcción, que adquiere mayor riqueza cuando
está referido a la relación de los seres humanos entre sí (y con el medio
ambiente), y se puede historizar a través de las diferentes formas de
organización social.
Por
violencia no sólo entendemos la violencia directa (física o verbal), ya que si
la gente está sometida a condiciones de vida que impiden la realización de sus
potencialidades humanas se habla de violencia indirecta (estructural y
cultural). La paz entonces tiene que ver más con la ausencia de la violencia
directa e indirecta que con la guerra (paz negativa), que está referida al
nivel fundamental con suficiente comida, vestido y techo, un nivel razonable de
salud y educación. El fracaso de no satisfacerlas es evitable, lo que quiere
decir que hay violencia presente, por lo que cualquier manifestación de miseria
es considerada como otra forma de guerra.
En este
sentido, la paz es un proceso social donde la violencia directa e indirecta
tiende a ir desapareciendo. Y como en todo proceso social el conflicto aparece
como elemento constitutivo de la paz. Ésta no se define tampoco por la
‘ausencia de conflictos’ sino por su transformación creativa y no violenta, de
tal manera que creamos paz en la medida que somos capaces de transformar los
conflictos de manera interdependiente.
La paz
implica la desaparición de cualquier tipo de violencia que impida la
satisfacción de toda necesidad humana básica. Gran parte del pensamiento actual sobre la paz
se clarifica y amplía a partir de la siguiente conceptualización: “la paz se
caracteriza por un elevado grado de justicia y una expresión mínima de la
violencia”.
Bajo esta
perspectiva, entendemos que la paz “debe
ser una relación positiva entre personas o grupos. Por lo tanto, la paz debe
implicar una oportunidad cada vez mayor para que todos puedan hacer realidad
todo su potencial”.
En esta
última comprensión de lo que significa paz, es vista como un estado dinámico de
asuntos en el que surgen las propiedades esenciales de la forma como hacemos
las cosas, no de lo que hacemos. Esta abarca un reconocimiento y una validación
de las diferencias. Su punto de partida son las necesidades humanas
individuales y colectivas -de seguridad, identidad, reconocimiento y
participación -y la satisfacción de estas necesidades sin emplear medios
coercitivos. Visto desde este punto de vista, la armonía, el orden y la
justicia son productos de la paz.
Se hace necesario
educar en Cultura de Paz, entendida como es un conjunto de valores, actitudes y
comportamientos que reflejan el respeto a la vida, al ser humano y a su
dignidad, y que ponen en primer plano los derechos humanos, el rechazo a la
violencia en todas sus formas y la adhesión a los principios de libertad,
justicia, solidaridad y tolerancia, así como la comprensión entre los pueblos,
los colectivos y las personas.
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