Elena Castro |
Antes de ser investigadora se dedicó a la gestión durante 25
años. En 2004, con más de 40 años, Elena Castro superó una
oposición y obtuvo una plaza de científico titular en el Consejo
Superior de Investigaciones Científicas. Hoy trabaja en el Instituto
de Gestión de la Innovación y del Conocimiento, adscrito al CSIC y a la
Universidad Politécnica de Valencia, y asegura estar encantada de “empezar otra
carrera desde abajo”.
Doctora en Química Industrial, Castro ofrece sus puntos de
vista a ‘Hablan los
científicos’, un espacio en el que diferentes investigadores
reflexionan sobre su trabajo y la importancia de divulgar la ciencia a la
ciudadanía. ¿Qué implica para una sociedad tener más o menos cultura
científica? ¿Cuáles son las dificultades que tienen los científicos para
divulgar su actividad? ¿Cómo se compagina la dedicación a la ciencia con la
vida personal? Sus opiniones tratan de dar respuesta a estas y otras preguntas.
Sobre su libro ‘El
significado de innovar’, escrito junto al investigador Ignacio
Fernández de Lucio, y sobre el lugar que ocupa la divulgación en la carrera
científica versó esta conversación.
‘Innovación’ es un concepto que está de moda. ¿No crees
que a veces se aplica con cierta ligereza?
Seguro. Como todo concepto que se pone de moda, se puede
frivolizar. Es un término que surgió en la economía y aplicado a la
competitividad empresarial, y sin embargo ahora se habla de ‘innovación’ en
otros muchos campos. Si aplicamos el concepto de que un ente social, llámese
empresa o lo que sea, debe dar respuesta a sus problemas incorporando ideas
nuevas, ¿qué entidad se libra de eso? El otro día escuché a una persona de Cruz
Roja que explicaba cómo habían introducido una nueva tecnología para facilitar
la ayuda a gente dependiente acortando los tiempos de respuesta. ¿Alguien puede
discutir que eso es innovar? No.
Desde esa perspectiva está claro que es algo positivo y
que se puede aplicar a muchos ámbitos. ¿Pero la innovación es algo bueno ‘per
se’?
No. Es bueno para el que la hace y no siempre. Cada vez que
te adentras en un terreno ignoto asumes un riesgo, una empresa innovadora asume
riesgos, pero hay que tenerlos controlados. No puedes cambiar de repente todo,
tienes que ir paso a paso y saber en qué cosas vas a innovar y cuáles se van a
mantener, porque son las que te permiten sobrevivir.
Una empresa puede ser innovadora y optimizar sus
beneficios, pero a la vez generar un impacto negativo para sus trabajadores...
Clarísimamente. La innovación deja varios cadáveres.
Evidentemente va dejando fuera del mercado laboral a la gente que tiene poca
formación. Eso en una zona determinada deja a gente sin un puesto de trabajo, y
la que lo obtiene puede ser de allí o de otro sitio. La dimensión del problema
depende de la oferta de personal cualificado que haya. La tendencia general es
que la innovación deja fuera al personal sin cualificación y requiere a medio o
largo plazo personal con mayor cualificación. Con la informatización de la
Administración se han perdido un montón de puestos de administrativo y en
cambio han aumentado los informáticos. Y no son las mismas personas, porque no
te puedes hacer informático de la noche a la mañana, luego ahí hay alguien que
sufre.
¿Podría decirse que la innovación tiene una parte
positiva pero también un lado perverso?
Claro, tiene un lado muy oscuro. Pero en este mundo
globalizado no te puedes aislar. Por eso los estudios de innovación han ido de
la mano de la política, porque los países se han dado cuenta de que había que
subirse a ese tren; si no, te quedas fuera porque los demás van a seguir
innovando. Los estudios sobre los procesos de innovación que realizamos
nosotros y otros colegas desde diferentes perspectivas ayudan a comprenderlos
mejor y a actuar sobre ellos, tanto en las empresas como desde la política.
Pero en la actual coyuntura económica no se está
apostando demasiado por la innovación a nivel de país...
El problema está en la estructura productiva que tenemos. Si
está muy basada en sectores que no dependen de la ciencia, como es la
construcción, tienes mucha población ocupada de ese sector, que era el que
estaba subiendo. Algunos estábamos asustados de ver cómo se estaba
incrementando la construcción, que no puede ser un sector eterno porque llega
un punto en que no tienes más espacio para construir.
¿Por qué es importante acercar el conocimiento científico
a la sociedad?
Porque forma parte de la cultura, como el conocimiento de
nuestra historia, de nuestros poetas o de nuestros pintores. También porque el
conocimiento científico afecta a nuestra vida y como ciudadanos tenemos que
tener capacidad para tomar decisiones y estar bien informados. No podremos ser
ciudadanos libres si no sabemos también algo de ciencia.
Así que compartes la idea de que cuanto mayor
conocimiento científico tenga la ciudadanía, más capacitada estará para tomar
cualquier decisión.
Evidentemente. Por eso las sociedades más avanzadas son
aquellas cuya gente tiene mayor nivel de formación y son más libres y
democráticas. Uno tiene que saber, no puedes estar en manos de cuatro o cinco
manipuladores que te digan lo que tienes que pensar.
Hay encuestas que señalan que para una parte de la
población esto no está tan claro: la ciencia no siempre se percibe
como una parte de la cultura, sino como algo circunscrito a los que os dedicáis
a la investigación.
El problema es que hemos estado de espaldas a la
ciencia durante muchos años. Estamos muy atrasados.
La idea de la ciencia como algo lejano para la
ciudadanía, en comparación con lo que ocurre en otros países, ¿tiene también
que ver con que aquí la profesión de científico no esté muy valorada?
Yo creo que sí que está bien valorada, de hecho en este
momento somos de las profesiones más valoradas por la sociedad.
Me refería al hecho de ser una profesión que se ejerce en
condiciones precarias, sobre todo para los que empiezan.
Quizá no somos muy hábiles a la hora de explicar que esta
profesión es apasionante como puede serlo la de un actor o un cineasta. La
carrera de científico es una carrera de fondo, dura, competitiva; te prepararas
muy bien y puede que luego no tengas trabajo aquí y tengas que irte fuera. Eso
puede no resultar muy atractivo. Y además tampoco vas a ganar mucho dinero.
Pero sí vas a tener muchas satisfacciones y una gran libertad porque vas a
dedicarte a profundizar en temas interesantes e importantes para la sociedad.
¿Crees que no se hace hincapié en la parte más bonita?
No. Solo les contamos lo difícil que es y que a los 40 años
puedes no tener aún una plaza. Pero lo cierto es que no hay quien nos saque de
aquí, luego está claro que compensa. Compensa el hecho de dedicar tu vida a tu
pasión, que estás aprendiendo permanentemente, que conoces a gente
interesantísima... Y es muy horizontal: cuando vas a un congreso los grandes popes
de la ciencia someten sus investigaciones al juicio de los demás. Ya quisiera
yo ver esa horizontalidad en otros sitios donde llega el jefe y todo el mundo
se queda callado. La investigación es una profesión que forma gente muy
interesante para la sociedad, porque las competencias que adquirimos son las
que se necesitan en las entidades innovadoras: capacidad para hacerse
preguntas, admitir críticas, trabajar en equipo...
¿Con qué dificultades os encontráis a la hora de
divulgar? Algunos investigadores critican que estas actividades apenas cuenten
para el currículum.
Es cierto que los incentivos están excesivamente volcados en
la producción científica, en las publicaciones, y eso puede hacer que la gente
no quiera involucrarse en actividades de divulgación. Pero creo que es una
dimensión más de tu actividad científica: tenemos que formarnos, transferir,
divulgar, producir ciencia y contársela a nuestros colegas. ¿Qué esfuerzo
proporcional dedicas a cada cosa? Creo que en cada etapa de la vida profesional
eso va cambiando.
Tampoco es sencillo encontrar indicadores adecuados para
estas cosas: tenemos muy claro lo que vale una publicación por el impacto de la
revista en la que se publica y las citas que recibe, pero cuando pasas a la
divulgación, la gama es muy amplia: puedes hacer libros, dar charlas,
participar en la Semana de la Ciencia... Son cosas muy diversas y es difícil
definir un indicador que diga qué valor tienen. Yo divulgo porque tengo la
conciencia como investigadora de que lo debo hacer, no porque me puntúe; para
mí es una dimensión más de mi quehacer científico. A lo largo del tiempo ha
habido mucha gente que sin tener ningún apoyo lo ha hecho, porque asumía una
responsabilidad social. Si tengo un conocimiento que es útil para alguien,
tengo que hacer lo que sea para que llegue a quien lo necesita. El mayor
problema es la gente joven, que está muy presionada porque esto es una carrera
de obstáculos.
¿Es muy absorbente la carrera investigadora? ¿Cómo se
compagina con la vida personal?
Hay épocas en las que se compagina mejor y otras peor. Al
final es importante que no sea uno solo el que carga con todas las tareas. Vas
modulando la dedicación y el reparto del tiempo. Un ejecutivo de una
multinacional tiene un montón de dedicación y el mundo del comercio también es
muy esclavo, con unos horarios criminales. No creo que esta profesión sea
especialmente complicada para compaginarla con la vida personal.
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