miércoles, 31 de julio de 2013

La Esencia de la Democracia: Educar para la Igualdad y Participación



La esencia de la democracia es la igualdad y la participación, entonces podría definirse la democracia como el conjunto de condiciones y relaciones sociales que hacen posible la igualdad y la participación. Pero no podemos olvidar que el objeto concreto de la igualdad y la participación, el aspecto de lo humano en el cual los hombres luchan por ser iguales y participar, cambia constantemente, ha cambiado y sigue cambiando ante nuestros ojos.

Ha habido un progreso en el conjunto de condiciones y relaciones sociales que hacen posible la igualdad y la participación. Ha habido un progreso de la democracia, y en nuestra mano está que continúe, si creemos que la democracia acrecienta y enriquece la condición del ser humano.

La igualdad y la participación no significan, a pesar de ser la esencia de la democracia, desconocer las diferencias individuales. Significa acentuar todo lo que hace a los hombres semejantes. Significa acentuar la dignidad del hombre, hacer posible el pleno ejercicio de su libertad, esto es, que cada individuo sea un agente libre de decidir su conducta y de contribuir a formular los fines de la acción del grupo y de la sociedad a que pertenece. La igualdad y la participación son, por lo tanto, condiciones indispensables de la expresión de la personalidad y de las diferencias individuales.

De este modo entendida, la democracia se opone a toda forma de tiranía o dictadura. Porque en la dictadura, cualquiera que sea la excelsitud de los fines que se pretende conseguir, ocurre, en el hecho, que un grupo reducido y cerrado se erige en árbitro de los fines y medios de la acción social y toma decisiones en lugar de los miembros del grupo, presumiendo que sabe mejor que ellos lo que les conviene, sin otra norma que la arbitrariedad de unas pocas personas.

La democracia supone la participación directa en la formulación de los fines de la acción del grupo, o indirecta por medio de representantes libremente elegidos, sometidos a control y crítica, y esencialmente revocables. Supone la aceptación de las decisiones de la mayoría y el respeto de la opinión discrepante de las minorías, es decir, la respetuosa tolerancia de toda oposición que se ajusta a las normas y respete las reglas del juego de la democracia. Supone, además, la crítica y la vigilancia constantes y la capacitación efectiva de todos los miembros del grupo, mediante una educación democrática adecuada, para ejercer dicha crítica y dicha vigilancia en forma constructiva, con eficacia y valentía.

De ahí la necesidad, para la educación democrática, de ser una preparación para el ejercicio real de la democracia. La enseñanza de la democracia no puede separarse de la práctica política. Debe, al mismo tiempo, proporcionar a los ciudadanos bases sólidas de conocimiento en materias socioeconómicas y desarrollar su capacidad de juicio. Incitarles a participar de manera activa en la vida pública, social, sindical y cultural, ayudándoles a mantener intacto su libre albedrío y a preservar la autenticidad de sus elecciones. Enseñarles a defenderse contra las propagandas abusivas y los mensajes tentadores de las comunicaciones de masas y contra los riesgos de la alienación.

El terreno en el cual se plantea, en el último tiempo, la lucha por la igualdad y la participación, es el terreno de la economía como fundamental para el mejor logro de lo social y político. Ante este hecho, la responsabilidad de la educación democrática solamente se amplía. Pero en el fondo, sigue siendo la misma: capacitar a cada individuo para la más plena expresión de su personalidad y de su libertad y para la participación más eficaz en las decisiones de su grupo. En una palabra, es ayudar a dar el paso que corresponde a nuestro tiempo en el sentido de defender y enriquecer la dignidad del hombre.

La educación, que como propósito deliberado promueve la realización plena de las potencialidades del hombre y la mujer, se basa en los mismos principios de la democracia y asegura su vigencia y continuidad en lo personal y en lo social. En su doble sentido, como estilo de vida y como sistema de organización, la democracia constituye una estructura dinámica y progresiva que se renueva constantemente gracias al poder de la educación. Por eso, ésta defiende los principios de universalidad, obligatoriedad, laicidad, unidad, gratuidad, socialización y trabajo y tiende a la formación de hombres y mujeres libres, de espíritu abierto, solidarios, capaces de ligarse a los deberes que impone la convivencia social y de trabajar por los más fundamentales valores humanos.


Sabemos que la nueva dimensión del mundo plantea al ciudadano actual la ingrata tarea de su real participación en él. La mente humana ha dado un salto que permite al hombre y a la mujer identificarse con fenómenos ajenos a la visión tradicional del cosmos y participar en ellos no ya como espectadores del drama sino como sus verdaderos actores. Pero hay una salvaguardia, la única: la educación. Educación que es comunicación de valores. Educación para que el hombre y la mujer puedan pensar, reflexionar, dialogar, participar y comunicarse de verdad.


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martes, 30 de julio de 2013

Solidaridad: Valor Clave de la Ciudadanía



La solidaridad es un valor social por el que las personas se protegen y ayudan mutuamente. Parece ser que en los pueblos primitivos la solidaridad era consustancial a la participación en la sociedad, y  aún quedan rasgos en formas de vida en común en las comunidades indígenas. 

Sigue siendo un valor raíz del hombre que le hace contemplar a la sociedad algo más allá del límite de sus propios y personales intereses. Para muchos la solidaridad en un valor social, en el sentido de que a cada ciudadano lo que más le reporta es vivir en sociedad, en cuyo seno se educa, se relaciona, participa de la división del trabajo, etc. Casi todo lo que cada uno ve cuando mira a su alrededor es herencia de otros que pensaron y trabajaron para dejar su contribución a la sociedad.  La respuesta a haber heredado tanto como nos viene dado a la hora de nuestro nacimiento es para muchos ya un motivo de agradecimiento que se puede canalizar a través de la solidaridad con los demás miembros de la sociedad, aparte de la consideración moral de realizarse por el ejercicio del bien hacia los demás. Existe un modo de contemplar la solidaridad como el construir un mundo mejor, en el que los actos de los unos repercuten positivamente sobre los otros, y así concebir el deber solidario de que, de la forma propia de obrar no se puedan seguir perjuicios para nadie. Todas estas razones de por qué ser solidarios se extienden en el mundo contemporáneo quizá tanto como en la antigüedad, pero lo que parece que muchas veces falla son las determinaciones prácticas para vivir de acuerdo a esas consideraciones.

La solidaridad exige dos sensibilidades: Una, saber percibir la realidad del mundo que habitamos, comenzando por las necesidades más escondidas de nuestro entorno. Otra, comprender que de la huella ecológica que dejemos sobre la naturaleza van a depender muchas posibilidades o adversidades para quienes vengan detrás. Esas dos sensibilidades representan la responsabilidad con el presente y con el futuro, ya que sobre el pasado no podemos actuar, en todo caso nos toca aprender a valorar lo bueno y no imitar lo malo.

La forma práctica de la solidaridad está en querer para los demás lo que queremos para nosotros. Es la contribución que desearíamos que nos hicieran si padeciéramos cada necesidad que percibimos a nuestro alrededor. Entra en juego la sensibilidad para captar y la disponibilidad para atender; en la primera se ejercita la inteligencia y en la segunda la voluntad. Desde  ayudar al compañero de la escuela a comprender una lección, a servir unas horas a la semana de voluntario, atender a un vecino enfermo, subscribir una cuota para remediar las necesidades de los países en vías de desarrollo o limpiar la nieve de la calle, todo ello es solidaridad, que si la ejerciéramos todos con constancia, descubriendo que a nuestro alrededor nadie quedara desatendido, el mundo sería mejor, no sólo por las atenciones prestadas, sino porque estaríamos instaurando la cultura de ser solidario, que cuando se aprende se convierte en un hábito imprescindible.

Para el futuro, nuestra solidaridad trata en cuidar nuestro mundo, porque la naturaleza no perdona y si no obramos con sensatez, considerando la degradación de nuestro planeta, las consecuencias más duras las sufrirán quienes nos sigan en la aventura de la humanidad. 

Habrá quien pueda pensar que el problema es de los políticos de las grandes potencias, y que cada persona singular es irrelevante lo que pueda hacer, pero no es cierto. Lo que cada uno hace suma, y la solidaridad de la suma de muchos puede ser trascendental. Se trata de moderar una política consumista, ya que no puede minusvalorarse que los procedimientos y la energía necesaria para fabricar cualquiera de los bienes que utilizamos cada día contamina. Si ha de haber recursos a disposición de toda una humanidad que sigue creciendo, se hace necesario que cada individuo racionalice su gasto.


No es accesible a cada persona solucionar los muchos problemas ajenos, pero es posible, al menos, no crearlos, actuando de modo que la conciencia domine al consumo, y no el consumo sea quien doblegue a la personalidad.

lunes, 29 de julio de 2013

¿Qué es el Desarrollo Sostenible?



Se llama desarrollo sostenible aquél desarrollo que es capaz de satisfacer las necesidades actuales sin comprometer los recursos y posibilidades de las futuras generaciones. Intuitivamente una actividad sostenible es aquélla que se puede mantener. Por ejemplo, cortar árboles de un bosque asegurando la repoblación es una actividad sostenible. Por contra, consumir petróleo no es sostenible con los conocimientos actuales, ya que no se conoce ningún sistema para crear petróleo a partir de la biomasa. Hoy sabemos que una buena parte de las actividades humanas no son sostenibles a medio y largo plazo tal y como hoy están planteadas.

Esta definición es la del informe de la Comisión Brundlandt. La señora Brundlandt es la primera ministra de Noruega y el año 1990 recibió el encargo de la ONU de redactar un primer informe para preparar la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro dos años más tarde.

Hay otras definiciones también interesantes como la que proponen D. Pearce, A. Markandya y E.B. Barbier, en la cual se establece que en una sociedad sostenible no debe haber:

- un declive no razonable de qualquier recurso
- un daño significativo a los sistemas naturales
- un declive significativo de la estabilidad social

Otra definición se debe a H. Daly. Esta persona propone que una sociedad sostenible es aquélla en la que:
los recursos no se deben utilizar a un ritmo superior al de su ritmo de regeneración, no se emiten contaminantes a un ritmo superior al que el sistema natural es capaz de absorber o neutralizar,
los recursos no renovables se deben utilizar a un ritmo más bajo que el que el capital humano creado pueda reemplazar al capital natural perdido. Concretando esta definición en un caso práctico, el de los combustibles fósiles, significa que se tiene que utilizar una parte de la energía liberada para crear sistemas de ahorro de energía o sistemas para hacer posible el uso de energías renovables que proporcionen la misma cantidad de energía que el combustible fósil consumido.

Son tres formas de definir el desarrollo sostenible. La primera es la más simple, seguramente la que ha tenido más éxito, mientras que en la segunda y la tercera se complican los razonamientos.

Hay que tener en cuenta que se trata de una definición estratégica de carácter conceptual y globalizadora, y se produce una notable dificultad al traducirla al día a día. Sin embargo, hay que hacer un esfuerzo para superar las dificultades de orden práctico que supone el principio ecologista del pensar globalmente y actuar localmente.

Principales retos que plantea el desarrollo sostenible

La incapacidad de la especie humana para vivir en armonía con el planeta, la gran interacción entre el hombre y el sistema natural, son los grandes problemas medioambientales de hoy. Hasta nuestros días, ninguna especie, excepto el hombre, ha conseguido modificar tan substancialmente, en tan poco tiempo, las características propias del planeta.

Así, se plantean los grandes problemas planetarios siguientes:

- Superpoblación y desigualdades
- El incremento del efecto invernadero
- Destrucción de la capa de ozono
- Humanización del paisaje
- Preservación de la biodiversidad
- La erosión, la desertización y la destrucción de la selva

Y a escala local:

- El sistema productivo
- El agua
- Los residuos domésticos
- Suministro energético
- El sistema de transportes


El Grupo de alto nivel del Secretario General de la ONU sobre la sostenibilidad mundial publicó en 2012 su último informe. El texto subraya que el planeta vive hoy el mejor y el peor de los tiempos: experimenta una prosperidad sin precedentes y está bajo un estrés también sin precedentes. La desigualdad entre ricos y pobres es cada vez mayor, y aún hay más de mil millones de personas que viven en la pobreza.

viernes, 26 de julio de 2013

Sin Estado de Derecho No Existe Democracia


Sin Estado de derecho no existe democracia. Por ello, el tema aparece como un punto relevante en la agenda de los procesos de transición, normalización y consolidación democráticas.

Por supuesto, un Estado de derecho no se da por generación espontánea ni depende sólo de la voluntad o decisión de algún actor político en particular. Su construcción es un proceso que involucra a todos los actores políticos relevantes y a la ciudadanía, y no se agota en la edificación de un sistema jurídico o constitucional. El Estado de derecho se expresa y realiza en la norma legal, pero también en la definición y el funcionamiento efectivo de las instituciones, así como en la cultura y las prácticas políticas de los actores.

El Estado de derecho democrático brinda los espacios y los procedimientos legítimos para la libre confrontación de los proyectos y los programas políticos que buscan dotar de contenido sustantivo a los regímenes democráticos. De esta forma, el Estado de derecho democrático está abierto al pluralismo, a la tolerancia y al cambio social, y puede considerarse, con toda justicia, como una conquista civilizatoria del pensamiento y la acción políticos.

El Estado de derecho reposa sobre dos pilares fundamentales: la limitación de la acción gubernamental por medio de leyes y la reivindicación de una serie de derechos y libertades fundamentales de los ciudadanos. No es gratuito, por ello, que los modelos constitucionales derivados de los principios liberales hayan buscado establecer con claridad los límites del poder político respecto de los derechos individuales básicos. Estos rasgos definitorios se explican en gran medida por las condiciones de origen de la propia noción de Estado de derecho. La matriz histórica de esta noción es la lucha política e ideológica contra un modelo de Estado absolutista que abogaba por un amplio control gubernamental de la vida colectiva. El control absoluto de la vida social sacrifica los derechos individuales en aras de un supuesto bienestar común muchas veces incompatible con los proyectos y las ambiciones de los ciudadanos. El Estado de derecho es, en este sentido, una respuesta individualista y legalista frente al riesgo del ejercicio despótico del poder político.

Las características generales del Estado de derecho han sido enlistadas del siguiente modo:

- Imperio de la ley: ley como expresión de la voluntad general.
- Separación de poderes: legislativo, ejecutivo y judicial.
- Legalidad del gobierno: su regulación por la ley y el control judicial.
- Derechos y libertades fundamentales: garantía jurídico-formal y realización material.

¿Se ajusta a la figura del Estado de derecho una sociedad donde rige la ley pero no se han alcanzado condiciones generalizadas de bienestar e igualdad? La respuesta es afirmativa. Si dicha sociedad cumple con los requisitos mínimos provenientes del liberalismo, debe aceptarse que se trata de una sociedad legal moderna. Dicho de otro modo, el Estado de derecho es una condición necesaria pero no suficiente para la existencia de una sociedad justa. Aún más, existen sociedades donde algunos principios del Estado de derecho presentan una dudosa aplicación; pero si en ellas

prevalecen principios constitucionales, la ley es el principio que gobierna las decisiones que afectan a los ciudadanos, el gobierno es controlado tanto por el voto ciudadano como por la existencia de derechos fundamentales inviolables y existe una efectiva división de poderes, podemos decir que se trata de Estados de derecho.

Las sociedades contemporáneas plantean desafíos constantes al Estado de derecho. Por ejemplo, la presencia de grupos de gran poder político o económico cuya lucha por obtener beneficios podría desestabilizar el sistema social en su conjunto. Donde el Estado de derecho no existe o es muy débil, el poder político se convierte en un botín para estos grupos, pero donde la ley es suficientemente fuerte para controlarlos, se logra la conciliación de sus intereses.

El Estado de derecho no copa ni agota el espacio del debate y la competencia políticos, sino que les proporciona un horizonte civilizado, seguro y razonable. El Estado de derecho no concluye las discusiones y los diferendos civilizados entre ciudadanos y grupos políticos a propósito de la repartición de la riqueza, los valores de la vida pública, la cultura política o las prioridades de una gestión gubernamental; solamente establece un marco de certidumbre y una prohibición justa del uso de ciertos actos y disposiciones que deben normar esas discusiones. En suma, los adjetivos que se puedan agregar o eliminar al Estado de derecho dependen de la capacidad de demanda, presión y negociación políticas de los ciudadanos, los partidos y los grupos de poder.



jueves, 25 de julio de 2013

La Importancia de la Transparencia en la Democracia


El ejercicio de la transparencia significa dar a conocer la información de carácter público que obra en los archivos de cada dependencia gubernamental, garantizar el derecho de acceso a la información, y salvaguardar  la protección de datos personales de solicitantes y sujetos obligados.

Se dice que hay transparencia cuando un objeto deja pasar la luz de forma libre, permitiendo que el ojo humano distinga con total facilidad las figuras que están al otro lado de este. Contrariamente, si la luz cruza, pero no con entera libertad, impidiendo distinguir a plenitud las figuras que están atrás del mismo, estamos ante una cosa traslúcida. Pero cuando algo no nos permite ver nada de lo que está al otro lado, y la luz no pasa, estamos ante un objeto opaco. La transparencia, la traslucidez y la opacidad son propiedades ópticas que sirven al ser humano en diferentes formas y con variados objetivos.

En la vida política, económica y legal de un país como el nuestro, que pretende vivir, algún día, en real democracia e inserto en un mundo con un orden nuevo y mejor, es indispensable estar en un proceso dinámico, para alcanzar el mayor grado de transparencia posible. Entonces, una manera eficaz para saber, que tanta democracia existe en un país, es medir el nivel de transparencia de las acciones de los funcionarios públicos.

La ciudadanía hoy exige acciones concretas. El proceso de transparentización de la gestión pública en que nos encontramos debe pasar por: a) tener controles adecuados y efectivos de las acciones de los funcionarios públicos. Esto va de desde instalar unidades confiables y no comprometidas de auditoría de transparencia internas y externas en las instituciones gubernamentales, así como una Contraloría de Cuentas, bien dotada y valiente, que persiga cualquier falta de los funcionarios; b) institucionalizar la rendición de cuentas, no como un acto propagandístico, sino serio y sincero, algunos entidades de gobierno, todavía dan la impresión de que la ceremonia de rendición de cuentas es un acto político y no un acto administrativo serio y necesario; c) permitir el acceso a la información, de manera ágil y efectiva, que no deje dudas de que no se esconde o maquilla información, pues lo contrario solamente reafirma la opacidad o traslucidez de su gestión, en donde el funcionario actúa con recelo pues pareciera que esconde hechos anómalos y d) otorgar mecanismos de fiscalización y participación ciudadana, que se vuelvan rutinarios y normales, dentro del ejercicio de las funciones públicas.

Pero el concepto de “transparencia” está cambiando de un aspecto pasivo a uno eminentemente activo, significando, “apertura activa”: los gobiernos no solamente deben permitir que los ciudadanos los observen, sino también deben divulgar activamente la información que poseen.  Así pues, la “transparencia” es un derecho ciudadano que sirve para impedir la apropiación privada de los espacios públicos.  Hablamos de un instrumento cuyo propósito explícito es vigilar que las cosas ocurran conforme lo establecen las reglas del juego.

¿Qué papel, exactamente, desempeña la transparencia en el gobierno democrático?

Para fines analíticos es posible hablar de características capacitadoras e inhibidoras.  En cuanto a las funciones específicas enumeraremos las siguientes cinco:

Evaluación de los gobernantes: la función capacitadora más evidente es aquella que permite, en una democracia representativa, a los electores premiar o castigar el desempeño de sus gobernantes y representantes.  

Rendición de cuentas: la obligación de los funcionarios de responder por lo que hacen y la que atañe al poder de los ciudadanos para sancionar los resultados de la gestión en caso de que hayan violado sus deberes públicos.

Control del poder público: la transparencia sirve para limitar el poder del gobierno.  Este control se efectúa a través de la vigilancia y la fiscalización de las acciones de los políticos y funcionarios.

Fortalecer a la autoridad política: la transparencia sirve para generar confianza en el electorado y aumentar la posibilidad de que el pueblo consienta las políticas adoptadas.  

Detección y corrección de errores: es una forma particular a través de la cual la transparencia fortalece a los gobiernos: mejora su capacidad cognoscitiva, facilita que la toma de decisiones sea más concienzuda y hace que sea más sencillo aprender de los errores y corregirlos.  La transparencia, entonces, puede concebirse como un seguro de los propios gobernantes para evitar pagar los costos de no identificar problemas y errores a tiempo.



miércoles, 24 de julio de 2013

Paz ¿Ausencia de Guerra?


La paz, en un sentido amplio, hace referencia a ese clima donde las relaciones humanas (y entre las naciones) hacen próspera la vida y digna de ser vivida. Tradicionalmente se ha intentado definir la paz en su sentido negativo, es decir, bajo la influencia de la visión griega y latina, como ausencia de guerra. Sin embargo, en el último siglo, los intentos por comprender la paz han ido cambiando positivamente.

Actualmente algunos autores han concluido que la paz como aspiración y necesidad humana es una noción amplia y compleja, que mínimamente significa no sólo la disminución de todo tipo de violencia, sino la condición necesaria para que los conflictos puedan ser transformados de forma no violenta. Además, la paz es vista como un proceso dinámico en permanente construcción, que adquiere mayor riqueza cuando está referido a la relación de los seres humanos entre sí (y con el medio ambiente), y se puede historizar a través de las diferentes formas de organización social.

Por violencia no sólo entendemos la violencia directa (física o verbal), ya que si la gente está sometida a condiciones de vida que impiden la realización de sus potencialidades humanas se habla de violencia indirecta (estructural y cultural). La paz entonces tiene que ver más con la ausencia de la violencia directa e indirecta que con la guerra (paz negativa), que está referida al nivel fundamental con suficiente comida, vestido y techo, un nivel razonable de salud y educación. El fracaso de no satisfacerlas es evitable, lo que quiere decir que hay violencia presente, por lo que cualquier manifestación de miseria es considerada como otra forma de guerra.

En este sentido, la paz es un proceso social donde la violencia directa e indirecta tiende a ir desapareciendo. Y como en todo proceso social el conflicto aparece como elemento constitutivo de la paz. Ésta no se define tampoco por la ‘ausencia de conflictos’ sino por su transformación creativa y no violenta, de tal manera que creamos paz en la medida que somos capaces de transformar los conflictos de manera interdependiente.

La paz implica la desaparición de cualquier tipo de violencia que impida la satisfacción de toda necesidad humana básica.  Gran parte del pensamiento actual sobre la paz se clarifica y amplía a partir de la siguiente conceptualización: “la paz se caracteriza por un elevado grado de justicia y una expresión mínima de la violencia”. 

Bajo esta perspectiva, entendemos  que la paz “debe ser una relación positiva entre personas o grupos. Por lo tanto, la paz debe implicar una oportunidad cada vez mayor para que todos puedan hacer realidad todo su potencial”.

En esta última comprensión de lo que significa paz, es vista como un estado dinámico de asuntos en el que surgen las propiedades esenciales de la forma como hacemos las cosas, no de lo que hacemos. Esta abarca un reconocimiento y una validación de las diferencias. Su punto de partida son las necesidades humanas individuales y colectivas -de seguridad, identidad, reconocimiento y participación -y la satisfacción de estas necesidades sin emplear medios coercitivos. Visto desde este punto de vista, la armonía, el orden y la justicia son productos de la paz.


Se hace necesario educar en Cultura de Paz, entendida como es un conjunto de valores, actitudes y comportamientos que reflejan el respeto a la vida, al ser humano y a su dignidad, y que ponen en primer plano los derechos humanos, el rechazo a la violencia en todas sus formas y la adhesión a los principios de libertad, justicia, solidaridad y tolerancia, así como la comprensión entre los pueblos, los colectivos y las personas.

martes, 23 de julio de 2013

El Emprendedor Social: Sus Componentes Esenciales


Es frecuente encontrar en las sociedades actuales un sector público que provee deficientemente los servicios sociales. Paralelamente, el sector privado es acusado a menudo de tener una actitud poco ética, ya sea con sus empleados o con sus clientes, y preocuparse escasamente por los efectos medioambientales y sociales de su actividad. Los emprendedores sociales nacen con la voluntad de corregir estas deficiencias. 

Para definir al “emprendedor social” debemos ver los fundamentos de sus dos componentes. 

El componente emprendedor

Empezar un negocio no es condición necesaria ni suficiente para ser emprendedor, los emprendedores no tienen por qué ser necesariamente inventores, sino que simplemente tienen que adoptar una visión creativa la hora de poner en práctica invenciones de otros.  Los cuatro aspectos diferenciadores del emprendimiento son:


Destrucción creativa: la generación de productos o servicios innovadores destruye los que estaban previamente en el mercado.

Creación de valor: el emprendedor traspasa recursos económicos de un área de baja productividad a una de alta productividad y mayor rendimiento.

Identificación de oportunidades: un emprendedor no genera cambio, sino que explota las oportunidades que el cambio brinda.

Ingenio: la capacidad de los emprendedores no solo de aprovechar   oportunidades, sino también de afrontar los retos que comporta la falta de recursos para llevarlas a cabo.

A estos cuatro puntos clave se les puede añadir un quinto elemento igualmente importante: la elevada capacidad de aceptar el riesgo.

En resumen, el emprendimiento implica convertir una idea nueva en una innovación exitosa utilizando habilidades, visión, creatividad, persistencia y exposición al riesgo.

El componente social

Un factor clave que distingue a un proyecto de emprendimiento social es la existencia de fines sociales. Es decir, la línea que separa a los emprendedores empresariales de los emprendedores sociales es el compromiso de los últimos de crear un impacto social. Pero, ¿a que nos referimos por ‘social’? Un emprendedor social no solo es una persona altruista, sino que debe mostrar una clara determinación por hacer una contribución a la sociedad.

Hay dos aspectos a tener en cuenta cuando se analiza el enfoque social del emprendedor:

Objetivos altruistas: aunque no exista acuerdo sobre la medida en que los fines socialesdeben estar presentes, estos siempre lo están. Como hemos apuntado, el punto a clarificar
es si el fin social es un objetivo único, principal, importante, o simplemente secundario.

Papel que juega el grupo de la sociedad al cual se dirige el proyecto: en el caso del emprendimiento social, el beneficio es para ese determinado grupo y en el proceso se implica o compromete al grupo.

En cuanto al tipo de beneficios que un emprendedor social puede generar, estos pueden ser de dos tipos:

Directos: servicios, becas, infraestructuras, etc.

Indirectos: empleo (aunque este también pueda considerarse un beneficio directo), integración social, etc.