
El tiempo es una construcción social, que se
constituye por mediación de la interacción social de los individuos y grupos
que se hallan integrados en una determinada sociedad. De esta manera el tiempo se convierte en un
medio esencial para la coordinación y sincronización de la vida en común. En las sociedades modernas, a causa del
incesante aumento de la complejidad que experimentan, ya no es posible
referirse a un solo tiempo, sino que los
tiempos que debe tener en cuenta el ser humano en la vida cotidiana son
múltiples, de tal manera que el tiempo humano actual viene a ser una síntesis
de distintas modalidades temporales. Sin
embargo, resulta bastante evidente que la cualidad que acostumbra a primarse en
los distintos tiempos de la sociedad actual es “lo económico”, que con
frecuencia es el factor que otorga su especial fisonomía al tiempo de nuestros
días.
Se ha dicho que nuestra sociedad se caracteriza
por ser una “no-stop-society”, una sociedad que vive sin pausa y sin reflexión
ni contemplación, sin disfrute de la naturaleza, tertulia, silencio,
pacificación interior, etc., porque los
“ritos economicistas” impuestos por el reloj se han adueñado de la mayoría de
las vivencias humanas. Hace algunos
años, Jean Gebser afirmaba que el
significado de la frase “no tengo tiempo” equivalía a “no tengo alma”, y el
sentido de esta frase era idéntico a “no tengo vida”.
La manipulación de nuestro tiempo

La importancia de recuperar nuestro tiempo
Sólo quien vive, introduciéndose
paulatinamente, en el tiempo auténtico está capacitado para introducir a los
demás en el disfrute del tiempo.
Evidentemente, no se trata de aquella “diversión” que sólo pretende la
anulación del tiempo por mediación del olvido, el ruido, la distracción, la
inconsciencia, sino que se trata del tiempo del descubrimiento de uno mismo en
simpatía con los otros; descubrimiento que tiene como consecuencia la
humanización del propio tiempo, y que es la condición imprescindible para que
el hombre o la mujer lleguen a ser personas.
El tiempo humano se ha “mecanizado” e, incluso, pervertido porque los
lenguajes humanos han sufrido la misma suerte.
Un aprendizaje humano y humanizador de aquellos lenguajes que permiten
la expresión exhaustiva del ser humano, es el único medio efectivo para salvar
el tiempo de la descomposición que lo amenaza a través de la “dictadura del
reloj”.

Los lenguajes a dominar
Los ciudadanos de la sociedad del siglo XXI requieren de algo más
complejo que los meros “saberes” o conocimientos: requieren competencias. Una competencia es “saber hacer”, hace
referencia a un conjunto de propiedades de cada uno de nosotros que se están
modificando permanentemente y que tiene que someterse a la prueba de la
resolución de problemas concretos y para nuestro caso, para la identificación,
interpretación, comprensión y construcción de nuestra realidad . Todo ciudadano debe ocupar su ocio desde la
dimensión del desarrollo personal para
aprehender, desarrollar, fluir y transmitir estos lenguajes modernos de la
ciudadanía:
(1) Altas competencias en lectura y escritura;
(2) Altas
competencias en cálculo matemático y resolución de problemas;
(3) Altas
competencias en expresión escrita;
(4) Capacidad para analizar el entorno
social y comportarse éticamente;
(5) Capacidad para planear, trabajar y decidir
en grupo;
(6) Capacidad para la recepción crítica de los medios de comunicación
social; y,
(7) Capacidad para ubicar, acceder y usar mejor la información
acumulada.
Cada ciudadano es responsable de redimir su
tiempo, de aprovechar su ocio para liberarse de la manipulación de grupos de
interés que nos quieren mantener en la ignorancia y la inacción.
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Las Tres Dimensiones de la Ciudadanía
Urge un Cambio en la Educación: Entrevista a: Claudio Naranjo
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