miércoles, 31 de julio de 2013

La Esencia de la Democracia: Educar para la Igualdad y Participación



La esencia de la democracia es la igualdad y la participación, entonces podría definirse la democracia como el conjunto de condiciones y relaciones sociales que hacen posible la igualdad y la participación. Pero no podemos olvidar que el objeto concreto de la igualdad y la participación, el aspecto de lo humano en el cual los hombres luchan por ser iguales y participar, cambia constantemente, ha cambiado y sigue cambiando ante nuestros ojos.

Ha habido un progreso en el conjunto de condiciones y relaciones sociales que hacen posible la igualdad y la participación. Ha habido un progreso de la democracia, y en nuestra mano está que continúe, si creemos que la democracia acrecienta y enriquece la condición del ser humano.

La igualdad y la participación no significan, a pesar de ser la esencia de la democracia, desconocer las diferencias individuales. Significa acentuar todo lo que hace a los hombres semejantes. Significa acentuar la dignidad del hombre, hacer posible el pleno ejercicio de su libertad, esto es, que cada individuo sea un agente libre de decidir su conducta y de contribuir a formular los fines de la acción del grupo y de la sociedad a que pertenece. La igualdad y la participación son, por lo tanto, condiciones indispensables de la expresión de la personalidad y de las diferencias individuales.

De este modo entendida, la democracia se opone a toda forma de tiranía o dictadura. Porque en la dictadura, cualquiera que sea la excelsitud de los fines que se pretende conseguir, ocurre, en el hecho, que un grupo reducido y cerrado se erige en árbitro de los fines y medios de la acción social y toma decisiones en lugar de los miembros del grupo, presumiendo que sabe mejor que ellos lo que les conviene, sin otra norma que la arbitrariedad de unas pocas personas.

La democracia supone la participación directa en la formulación de los fines de la acción del grupo, o indirecta por medio de representantes libremente elegidos, sometidos a control y crítica, y esencialmente revocables. Supone la aceptación de las decisiones de la mayoría y el respeto de la opinión discrepante de las minorías, es decir, la respetuosa tolerancia de toda oposición que se ajusta a las normas y respete las reglas del juego de la democracia. Supone, además, la crítica y la vigilancia constantes y la capacitación efectiva de todos los miembros del grupo, mediante una educación democrática adecuada, para ejercer dicha crítica y dicha vigilancia en forma constructiva, con eficacia y valentía.

De ahí la necesidad, para la educación democrática, de ser una preparación para el ejercicio real de la democracia. La enseñanza de la democracia no puede separarse de la práctica política. Debe, al mismo tiempo, proporcionar a los ciudadanos bases sólidas de conocimiento en materias socioeconómicas y desarrollar su capacidad de juicio. Incitarles a participar de manera activa en la vida pública, social, sindical y cultural, ayudándoles a mantener intacto su libre albedrío y a preservar la autenticidad de sus elecciones. Enseñarles a defenderse contra las propagandas abusivas y los mensajes tentadores de las comunicaciones de masas y contra los riesgos de la alienación.

El terreno en el cual se plantea, en el último tiempo, la lucha por la igualdad y la participación, es el terreno de la economía como fundamental para el mejor logro de lo social y político. Ante este hecho, la responsabilidad de la educación democrática solamente se amplía. Pero en el fondo, sigue siendo la misma: capacitar a cada individuo para la más plena expresión de su personalidad y de su libertad y para la participación más eficaz en las decisiones de su grupo. En una palabra, es ayudar a dar el paso que corresponde a nuestro tiempo en el sentido de defender y enriquecer la dignidad del hombre.

La educación, que como propósito deliberado promueve la realización plena de las potencialidades del hombre y la mujer, se basa en los mismos principios de la democracia y asegura su vigencia y continuidad en lo personal y en lo social. En su doble sentido, como estilo de vida y como sistema de organización, la democracia constituye una estructura dinámica y progresiva que se renueva constantemente gracias al poder de la educación. Por eso, ésta defiende los principios de universalidad, obligatoriedad, laicidad, unidad, gratuidad, socialización y trabajo y tiende a la formación de hombres y mujeres libres, de espíritu abierto, solidarios, capaces de ligarse a los deberes que impone la convivencia social y de trabajar por los más fundamentales valores humanos.


Sabemos que la nueva dimensión del mundo plantea al ciudadano actual la ingrata tarea de su real participación en él. La mente humana ha dado un salto que permite al hombre y a la mujer identificarse con fenómenos ajenos a la visión tradicional del cosmos y participar en ellos no ya como espectadores del drama sino como sus verdaderos actores. Pero hay una salvaguardia, la única: la educación. Educación que es comunicación de valores. Educación para que el hombre y la mujer puedan pensar, reflexionar, dialogar, participar y comunicarse de verdad.


----------------------------
----------------------------

Otros artículos en este blog que te pueden interesar:




El Emprendedor Social: Sus Componentes Esenciales








No hay comentarios:

Publicar un comentario