La noción
tradicional de paz, conocida como negativa, viene determinada, según algunos autores, por
la noción de conflicto que es un proceso natural y necesario en cualquier
organización y constituye tanto la fuerza del cambio social como el elemento
creativo esencial en las relaciones humanas.
Sin embargo, la perspectiva negativa de la paz ha conducido a confundir
conflicto con violencia. Esta confusión
en la actualidad permanece en la opinión popular y se mantiene en nuestro
propio uso de la lengua. El diccionario
de la Lengua española define al término paz como “situación y relación mutua de
los que no están en guerra” o “sosiego y buena correspondencia de unos con
otros, en contraposición a disensiones, riñas y pleitos”. Por su parte, conflicto, se define como “lo más recio de un
combate”. No es extraño pues que durante
mucho tiempo los investigadores se dedicaran
al estudio de la guerra y de los conflictos bélicos.
La
literatura señala la existencia en las investigaciones de tres corrientes:
- Minimalista:
paz, equivale simplemente a la ausencia de guerra internacional.
- Intermedia:
la paz no es solo la ausencia de guerra, sino también la ausencia de un sistema
de amenazas.
- Crítica: la
paz es ausencia de todo tipo de violencia, sea real o no, directa o indirecta,
estructural o cultural.
La
corriente “crítica” es la que actualmente predomina, la concepción de paz,
desde este punto de vista es “ausencia de violencia”, en donde, la violencia
está presente cuando los seres humanos se ven
influidos de tal manera que sus realizaciones efectivas, somáticas y mentales,
están por debajo de sus realizaciones potenciales.
No se trata
de saber si las sociedades se aproximan con mayor o menor grado a un tipo ideal
de paz, como una situación final o estado, sino discernir en el presente cómo éstas identifican y resuelven
los tipos de violencia que generan o a
los que se enfrentan. La paz, por
consiguiente, se CONSTRUYE; es un proceso social permanente. El estudio empírico de la paz significa,
entonces, abandonar cualquier concepción que suponga un estadio pacífico
ideal. Por el contrario, se trata
también de identificar cuáles son los espacios presentes de la violencia
construidos históricamente por las sociedades.
La paz debe
construirse en la cultura y en la estructura y no sólo en la “mente humana”
como se expresa en la Carta de Constitución de la UNESCO. Y no basta, por otro lado, reconstruir sólo
la paz después de un conflicto bélico, porque si bien puede evitarse la
violencia directa, la más visible, deben buscarse alternativas para transformar
las estructuras y las raíces de las mismas que se encuentran en la propia
cultura.
Concluyendo
entonces, podemos afirmar que si la ausencia de guerra podemos denominarla como
paz negativa, la ausencia de violencia equivaldría a paz positiva, en el sentido de justicia
social, armonía, satisfacción de las necesidades básicas (supervivencia,
bienestar, identidad y libertad), autonomía, diálogo, solidaridad, integración
y equidad. Como vemos la paz no puede
consistir únicamente en la ausencia de conflictos armados, sino que entraña
principalmente un proceso de progreso, de justicia y de respeto mutuo entre los
pueblos, destinado a garantizar la edificación de una sociedad internacional en
la que cada cual pueda encontrar su verdadero lugar y gozar de la parte de los
recursos intelectuales y materiales del mundo que le corresponde y que, la paz
fundada en la injusticia y la violación de los derechos humanos no puede ser
duradera y conduce inevitablemente a la violencia.
Así pues,
en su concepción actual, la paz, es la suma de tres tipos de paces: paz directa
(regulación no violenta de los conflictos), paz cultural
(existencia de valores mínimos compartidos) y paz estructural (organización
diseñada para conseguir un nivel máximo de justicia social).
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