viernes, 23 de agosto de 2013

La Nueva Economía y la Educación


El siglo XXI es el siglo de la ciencia y de la tecnología.  Más ciencia y tecnología en nuestra vida cotidiana (en los aparatos domésticos, en los medicamentos, en las comunicaciones, en los entretenimientos) no ha significado, sin embargo, más ciencia y tecnología en la institución que prepara a las generaciones de jóvenes para insertarse en la sociedad, o sea en la escuela.  Y por supuesto no lo ha significado para el grueso de la población, para el ciudadano que ya no va a la escuela.

Esto no fue grave mientras nuestro aparato productivo tampoco basaba su productividad en la inclusión de ciencia y tecnología. Pero lo está generando ahora.  ¿Por qué? Porque avanzar en el crecimiento y resituarse frente al mercado mundial significa, entre otras cosas, formar parte de un mercado laboral internacional.  En este mercado mundial del trabajo, la competitividad de los habitantes de un país depende no solo de la prosperidad de las compañías, sino de las tareas o funciones que se lleven a cabo, o sea del valor que se pueda agregar, dentro de la economía mundial.

Las naciones afrontan una competencia mundial cada vez más directa e inmediata y su competitividad se reconsidera hoy desde el punto de vista de la competitividad de la fuerza de trabajo.  Según Richard Reich se perfilan para el siglo XXI tres diferentes posiciones en que estarán las personas.  Las llama servicios rutinarios de producción, servicios personales y servicios simbólicos analíticos.

Los servicios rutinarios de producción son una etapa en una secuencia.  Aunque eran la base de la línea de producción clásica, no han dejado de existir.  Un buen ejemplo son los ingresadores de datos en la industria de la informática.  Los servicios personales son los que se proporcionan de persona a persona, como los vendedores, o los peluqueros.  Como los anteriores, deben ser competentes en su tarea pero, además, tienen que ser afables, corteses y serviciales.  Los servicios simbólicos-analíticos, incluyen las actividades expertas y suponen la capacidad de identificar y resolver problemas.  Son los que realmente agregan valor y suponen alta calidad, originalidad, destreza y oportunidad.  El trabajo en equipo es, por lo general, un aspecto crítico.

Los analistas simbólicos hacen de intermediarios, identifican y resuelven problemas valiéndose de símbolos.  Para ello utilizan instrumentos de análisis variados como algoritmos matemáticos, argumentos legales, tácticas financieras, principios científicos, observaciones psicológicas acerca de cómo persuadir o entretener, métodos inductivos o deductivos, o cualquier otro tipo de técnica para resolver problemas.

Lo más importante es que cuanto mayor sea la proporción de analistas simbólicos que exista en la fuerza de trabajo, más valor agregado existe.  Esto depende la cantidad y calidad de los puestos de trabajo que se generen, pero mucho más de cuáles son las competencias generales que tiene la población.  En otras palabras, por más que crezca la oferta de trabajo que requiera competencias de analista simbólico, si no existen en la población, no será posible llenarlos.

Para el crecimiento de la competitividad hay una condición básica: se debe garantizar que exista, además del capital financiero y de la tecnología, el capital humano adecuado para avanzar en el proceso de crecimiento.  Esta es una de las funciones centrales del nuevo sistema educativo.  Por esto todos los países están haciendo fuertes esfuerzos para transformarlos: las clásicas escuelas que conocimos no alcanzan para formar masivamente las competencias adecuadas para enfrentar los requerimientos del siglo XXI.


Finalmente,  hay que tener en cuenta que las transformaciones socieoeconómicas ocurridas en las últimas décadas obligan a redefinir la relación entre educación y trabajo.  Las nuevas empresas requieren nuevos trabajadores.  Así como la educación no tiene como misión generar empleo sino hacer empleable a la gente, tampoco la educación tiene ya como misión formar par un puesto de trabajo específico.  La vieja definición de las escuelas vocacionales o técnicas tiene que ser reemplazada por otra más amplia en la que el compromiso sea igual al del resto del sistema educativo: en paralelo con las competencias generales que todos tienen que tener, dar las competencias correspondientes a un campo amplio del mundo del trabajo.

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