El estudio sobre el emprendedor social, emprendimiento
social o empresas sociales se enmarca, en la mayoría de los casos y en términos
generales, dentro del ámbito de la Economía Social y más en particular, en la
denominada Nueva Economía Social o
Solidaria.
La nueva Economía Social irrumpe en sectores que han
surgido de los nuevos retos socio-económicos (los servicios de proximidad o
servicios sociales, la responsabilidad social corporativa y protección del
medio ambiente, el desarrollo local y rural o la cooperación al desarrollo,
entre otros) y tratan de compatibilizar el fin social por el que surgen con la
eficacia y eficiencia empresarial necesarias para su subsistencia en el mercado
donde compiten con las formas empresariales capitalistas. El emprendedurismo social es el compromiso para crear nuevos
modelos de actividad que desarrollen productos y servicios para satisfacer las
necesidades básicas de colectivos desatendidos por las instituciones sociales y
económicas convencionales, o también una aproximación desde la perspectiva de
los valores de la iniciativa, el compromiso y la autonomía de actuación
característicos de los proyectos empresariales, al ámbito social.
El emprendedor social es un agente de cambio que busca la creación y sostenibilidad de
valor social (y no sólo valor privado), el reconocimiento y seguimiento de
nuevas oportunidades para mejorar dicho valor social, el compromiso con un
proceso continuo de innovación, adaptación y aprendizaje y la exhibición de un
elevado sentido de transparencia y rendición de cuentas a sus interesados y de
verificación de sus resultados.
Podríamos decir que el emprendedor social es un líder que identifica una
situación social negativa estática que causa exclusión, marginalización o
sufrimiento de un sector de la humanidad, que descarga sobre esa injusticia su
inspiración, acción directa, creatividad, coraje y fortaleza, y que busca crear
un nuevo equilibrio estable que asegure beneficios permanentes para el grupo
meta y la sociedad entera.
En última instancia, lo que se deduce de estos
criterios es que las empresas sociales han de perseguir un triple objetivo:
social, económico y sociopolítico. El objetivo
social será la inserción sociolaboral de
colectivos con elevado riesgo de exclusión o, en general, la prestación
de un servicio de calidad a determinados colectivos sociales; el objetivo económico será la realización
de una determinada actividad económica o negocio en unos niveles de eficacia y
de eficiencia suficientes que garanticen la viabilidad de la empresa; y el objetivo sociopolítico consistirá en
obtener los otros dos objetivos anteriores mediante un procedimiento que
contemple la inclusión social y la participación activa de todos los agentes
implicados en la empresa (incluidos aquellos colectivos hacia los cuales se
dirigen los fines sociales de la empresa).
Las empresas sociales pueden tomar múltiples formas,
siendo las más destacadas las Empresas de Inserción, las organizaciones o
entidades no lucrativas y las cooperativas (cooperativas sociales) en sus
múltiples formas. Todas ellas tienen en común que no son empresas privadas
tradicionales (pues el poder no se basa en la propiedad del capital) ni tampoco
son empresas públicas (aunque en muchos casos tienen una fuerte dependencia de
la Administración Pública). Entre sus características más importantes se
incluyen: su condición de empresa de interés general por su finalidad de
servicio a la colectividad y la existencia de estructuras con múltiples partes
participantes de las que son miembros a la vez los usuarios, los voluntarios y
los trabajadores. Son empresas creadas
para atender un fin social o mitigar o reducir un fallo del mercado, y que
operan con la disciplina financiera, innovación y determinación del sector
empresarial.
La actividad del emprendedor social representa actualmente una alternativa
para enfrentarse al problema del desempleo y evita las tensiones sociales que
pueden provocar otro tipo de medidas como la flexibilidad del mercado de
trabajo. El trabajo del empresario
social conduce al incremento de la riqueza social, de forma que tanto la
empresa como la sociedad se benefician de su actividad. Entre estos beneficios
se encuentran la creación de empleo, el aumento de la productividad, la mejora
de la competencia y el aumento de la calidad de vida. Pero sus efectos son aún
más amplios, ya que además de contribuir a paliar los efectos del desempleo o
de la pobreza, también juegan el papel de agentes de cambio en la sociedad.
Lo que diferencia al empresario social del resto de
empresarios no es su capacidad para conseguir fines sociales, si no que éstos
(los fines sociales) son su propósito primordial; en la empresa social, el fin social está por encima de los fines comerciales
o financieros, mientras que en el resto de empresas, son una consecuencia o
un efecto secundario y no el fin prioritario.
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